6/18/2010

Escogiendo entre lo urgente y lo importante

A estas alturas de la segunda vuelta, no culpo a quienes después de cada debate se convencen más de que votar por Mockus es un salto al vacío, y tampoco a los verdes que apagan el televisor sucumbiendo ante la desesperanza.

Cuando me sucede esto último, hecho mano del silencio de las montañas mías y recupero la firmeza verde de mis convicciones, cimentada en la certidumbre de que el profesor Mockus ha sido un pésimo candidato pero que sería un excelente presidente.

Recuerdo los importantes avances en comportamiento ciudadano surtidos en Bogotá con sus dos alcaldías y su talante discreto, aplomado y pedagógico, rasgo tan escaso en un país mal educado, de lenguaraces, mal acostumbrado a las argucias; que marcha en una cotidiana ilegalidad que se manifiesta hasta en la fila de un banco.

Tengo en cuenta también que en campaña los candidatos se han medido con el rasero verbal del más mediático de todos nuestros mandatarios. Tanto que cabe preguntarse si no es por ello que en coro lo califican como el mejor de la historia. Para su infortunio, no será la gente sino la historia misma quien diga la última palabra.

No hay duda, los Consejos Comunitarios han sido punta de la lanza en ese propósito, y su herramienta la chequera del Estado para girar, "Ministro, cien millones para reparar ese puente"; "Comisionado, qué espera para atender a los desplazados"; "Secretario, lo encargo directamente de reunirse con el Alcalde para girar esa plata"...¿Es eso tener el 'plan de gobierno' que tanto reclamó Santos en el debate de anoche? ¿Gobernar con la inmediatez del Tweeter es tener metas y trabajar para cumplirlas? ¿Otorgar subsidios y más subisidios mediante programas como Familias en Acción ha servido para algo más que para hacer campaña 365/24/7? Dicen del presidente que se rodeó de funcionarios mediocres, sin poder de decisión para tomarlas él solo, y decir él la última palabra. Además de trabajar, podría decirse que dedicó ocho años a figurar, figurar, figurar. Nada indica que Juan Manuel no vaya a utilizar las mismas fórmulas de su mentor, incluyendo, obviamente, la firmeza contra la guerrilla que se reconoce y agradece.

Si de los 'planes de gobierno' depende su voto, lo invito a comparar, antes de hacerlo el domingo, las metas prometidas vs. los resultados obtenidos por los seis últimos gobiernos, de Betancur a Uribe. Póngase a chulear nomás, los "100 puntos de gobierno" presentados en 2002 por éste último y atérrese. Verá cómo es de fácil, y de cómodo, repetir clichés....

Votar por el número de empleos que promete generar Santos, por sus explicaciones sobre cómo va a gobernar sin subir impuestos es votar por lo que queremos oir, (la historia le dará la razón a Mockus); votar por unas sumas y restas al PIB, no deja de ser creer en propuestas que suenan urgentes pero que (casi) nadie entiende. ¿Sabe usted algo concreto sobre el PIB para sopesar aquel galimatías? Votar por sus cinco vagones y sus tres locomotoras no deja de ser, eso sí, el salto hacia un gobierno que como todos los que han sido, promete atender lo urgente y cumple lo que quiere...

En Colombia necesitamos estudiar para ser más competitivos; para avanzar mentalmente como sociedad y hacer presencia global como país en esta era llamada del conocimiento. Debemos aprender a comportarnos tan bien en casa a como lo hacemos cuando viajamos al exterior; a no robar, a no palanquear, a ganarnos las cosas honradamente. Nos urge confiar, creer; educarnos todos. Cuando eso suceda nos dará pena ni seremos maltratados al presentar el pasaporte.

Las innovaciones éticas y administrativas que propone un pésimo candidato harán avanzar a Colombia de manera insospechada, haciendo de Mockus un excelente presidente. Uno que a muchos se les hace extraño porque es el primero en 200 años que no pregona lo urgente sino lo importante. Uno que sabrá rodearse de un equipo de tecnócratas honestos; de un equipo de gobierno que además de hacer las cosas bien se dedicará a lo más importante: enseñar, enseñar y a eseñarnos que la educación es la única salida. Un proyecto de país que me llena de esperanza, esa sensación que prefiero sentir a definirla.





6/12/2010

No manches, guey!

Nos une a México mucho más que las mañanitas que cantaba el rey David. Es una lástima, sin embargo, que todo lo que tenemos en común colombianos y mexicanos no baste para reflejarnos mútuamente; de espejo para evitar cometer los mismos errores; para aprender las lecciones que el otro ha tenido que aprender a punta de tanta sangre.

Cual Cantinflas atravesando una puerta giratoria vamos mientras ellos vienen y viceversa. Para la muestra la "colombianización" del narcotráfico en el país de Rulfo y la "mexicanización" política que comenzamos a transitar los colombianos. Mientras allá surgen los carteles de Juárez y Tijuana, acá asistimos al nacimiento de nuestro propio PRI encarnado en el Partido de la U, ese zombie hecho con los restos de los partidos políticos que Uribe se empeñó en destruir con notarías, embajadas y lombrices burocrática; ese mazacote que no piensa porque solo come lentejas y obedece.

En México hoy impera el doloroso Medellín de los años 80 y la misma manera represiva de enfrentar la guerra contra las drogas; acá, la exclusión política de una gavilla clientelista que del bipartidismo bicentenario está mutando hacia el totalitarismo unipartidista. Apoyada en la nefasta reelección, esta fórmula se repetirá durante décadas (como sucedió para desgracia mexicana durante los ochenta años del reinado del PRI ) y veremos cada ocho años el dedo del amo señalando al sucesor; imponiendo el guiño que llaman. En colombiano eso sigifica Santos 2010-2018, Uribito 2018-2026....

Por vericuetos de la vida el último príncipe de la dinastía priísta, Ernesto Zedillo Ponce de León, ha unido su voz a los ex presidentes César Gaviria de Colombia y Fernando Cardoso de Brasil para gritarle al mundo que la fallida estrategia de la actual guerra contra las drogas precisa revisiones. Pero México no escucha a Zedillo.

En Colombia tampoco escuchamos a México y cual Cantinflas atravesando una puerta giratoria, presenciamos el funesto fortalecimiento del unipartidismo que allá tuvieron que derrotar para avisorar un amanecer político que ofreciera alguna esperanza. De los carteles colombianos tampoco han aprendido los manitos pues todos los días las versiones mexicanas de Pablo Escobar, Rodríguez Gachas, Chupetas y Cuchillas hacen allá de la suyas, llenándolos de espanto.

No manches, guey. O para decirlo a lo criollito, hermanos mexicanos, no sean tan pendejos.

6/09/2010

Las tijeras de Rosario y el dolor de las langostas

No veo tele. No vemos tele en mi casa; al contrario, la tendencia es a la baja. No tenemos servicio de cable y con la antena disponible, la clásica de dos patas en forma de letra vé y quebradas por lo demás- recibimos la señal de Caracol, RCN y Señal Colombia. Nada de CityTV, nada de nada. Pero como la tendencia es a la baja el hecho no desvela, bueno, excepto porque a cuatro días del Mundial lamento no tener un plasma de mínimo 40 pulgadas.

Anoche, sin embargo, me ganó la caja mágica y me enchufó a Rosario Tijeras. Además de la belleza de la Yepes, es fácil rendirse ante una producción tremendamente bien dirigida, creible de cabo a rabo. Debo admitir, no obstante, que el capítulo me dejó una gran resaca. Apagué el TV pero quedó la imagen de la Colombia que no quiero; de la Colombia que detesto: el país retratado anoche; el de la "gente bien" que juega tenis con la traquetamenta en el Campestre de Medellín.

Leo mucho. Es lo que hago a cambio de ver tele. Terminé con el café de esta mañana la lectura del ensayo "Consider the Lobster" de David Foster Wallace. Con el Festival Anual de la Langosta en el estado de Maine en Estados Unidos como trasfondo, Wallace trata el tema de si sienten ó no dolor las langostas al ser hervidas vivas.

Qué tiene que ver Rosario Tijeras con el dolor de la langostas, es preciso aclarar a estas alturas. Mucho, pienso yo. Wallace analiza si el motivo por el cual tanto los chefs que las preparan como los gourmets que se deleitan degustándolas eluden el tema del sufrimiento del crustáceo se debe a que, como resultado de su razonamiento creen que el asunto es una pendejada, o a que sencillamente optan por no pensar en ello. Y que si fuere por esto último, ¿cuál es la razón para que la gente ignore asuntos que tienen todo que ver con la ética de su cotidianidad?

Correlaciono a nuestros traquetos con hervir vivas las langostas. Creo firmemente que además de policías y soldados se necesita rechazo y presión social en contra del narcotráfico y la ilegalidad que en Rosario Tijeras definen nuestra colombianidad, nuestro ADN. Lo que vi anoche en la tele no me gustó. Sueño con vivir en un país basado en la legalidad en el cual esos programas sirvan para mostrarnos lo que fuimos, el fondo que tocamos y como retrato de lo que nunca jamás debemos volver a ser.

Remato como Wallace, conectando la estética con la moral para concluir que hay límites en lo que aun las personas más inquietas están dispuestas a preguntarse. Por Colombia ojalá no fuera así para que la próxima vez que usted se siente a ver a Rosario Tijeras se pregunte qué está haciendo para darle una vuelta a todo esto.








6/03/2010

Mockus y Vargas Lleras: sumar lo urgente con lo importante

Se ha destacado el de Germán Vargs Lleras como el mejor programa político de la campaña presidencial. Lleva más de dos años recorriendo el país, tomándole el pulso a lo que sienten, piensan y sobre todo necesitan los colombianos, esfuerzo que en primera vuelta convirtió a Cambio Radical en la tercera fuerza política del país. El resultado obtenido contra todas las apuestas y todas las encuestas - que una semana antes de los comicios lo ubicaban en el quinto lugar entre los seís contendores-, empodera a Vargas Lleras, hoy llamado “Caballo de Troya” por el bárbaro del Roy Barreras, autoinvestido como gladiador mayor, o esclavo, que es lo mismo, del partido del Ubérrrimo.

Con el camino cerrado hacia un pacto con Santos, Vargas se perfila como el heredero natural de la oposición junto con Antanas Mockus. Si bien este último se batirá en segunda vuelta, los colombianos sabemos que ganarla, como lo dijo el propio Antanas, es posible pero poco probable. Al menos como están las cosas.

Mockus, es un atractivo coctel de honestidad y experiencia; junto con Lucho, Fajardo y Peñalosa suman 20 años de administraciones exitosas en las dos principales ciudades del país. Y aunque no ha logrado trasmitir el mensaje de su programa político nadie en Colombia le disputa su lugar como símbolo de la decencia, de la ética y la estética en la manera de hacer política que los colombianos todos añoramos por ser tan escasas en nuestros dirigentes.

Ahí están Germán y Antanas mano a mano, transitando el mismo camino a causa de las siempre impredecibles placas tectónicas de la cosa política: el uno con el mejor programa político para impulsar al país; el otro, símbolo de la honradez que nos urge para que la corrupción deje de engullirse el esfuerzo diario de 44 millones de compatriotas. Ocho años más de lo mismo será tan grave para la institucionalidad como el tercer mandato que la Corte declaró inexequible. Nada será tan funesto como un nuevo Frente Nacional reencarnado en Juan Manuel Santos junto con los liberales, los conservadores y las bellezas del PIN. Como pueblo que nunca pierde la esperanza soñemos con juntar lo importante del plan de gobierno que propone Vargas Lleras con la urgente honradez mil veces probada en Antanas Mockus para que unidos derrotemos el cancer del “todo vale”.

5/22/2010

¿Qué coño soy?

Ha inspirado esta entrada, un "Breviario" del joven (¿?) escritor Gustavo Valle, Caracas 1967, Revista el Malpensante No. 103*, para tratar de explicarme a mí mismo qué cóño soy. Que vuele a subir esta nueva entrada a mi blog no responde la pregunta: sentir algo, gritarlo a los cuatro vientos y que el mundo entero se entere al instante es apenas señal de los tiempos postmodernos del Facebook, del Twitter y demás conectividades de las que no escapo porque no me da la gana, -vivo con una mujer de mi edad que jamás ha abierto una cuenta de correo electrónico, no hablemos de un perfil en alguna de las redes sociales-.

Como el señor Valle, he disfrutado de amigos septuagenarios en la cumbre de sus edades; hundidos o liberados, pero viviendo sus vidas en toda su intensidad. Amigos, dice el escritor, "que brillan como un sol negro, que no destella, sino que se absorve a sí mismo". Don Baye Cure y Hernán Nicholls serán simpre referentes contundentes por haber hecho implosión en el fondo de mi mí mismo...

Al llegar a la mediana edad, dice, "se encuentra uno en un espantoso punto equidistante, donde no se es ni joven, ni viejo, ni niño, ni anciano, ni un coño. ¿Qué diablos soy?". Yo, por mí parte, no tengo ni puta idea. Sé de cosas que me gustan. Y de cosas que no me gustan. Pero eso tampoco responde la pregunta. A los amigos septuageniarios, sobre todo a Nicholls, les plantee siempre mi mirada de outsider; el feeling de no pertenecer. Ni espacialmente, ni en términos patrios; por no decir culturales, generacionales; la sensación de no sentirme del todo colombiano pero tampcoo gringo, ni tulueño, como la monta la Ñeca. Añoraba lo que ellos vivieron: el renacer de la esperanza que trajeron la postguerra, la píldora, el Rock & Roll, los hippies; aquel mayo del 68 en París y un mes antes, en Praga, los jóvenes que salieron a gritar, frente a los tanques blindados, que podían matarles la flor pero no la primavera...cosas lejanas, que viví en cuerpo ajeno como el hijo menor en una familia de siete, rodeado de los amigos adultos de mis padres; de los abuelos, de mis hermanos, de los primos mayores. Porque cuando debí estar oyendo a Pink Floyd en mí casa todavía sonaba Elvis. Creciendo, como quien dice, en el vagón de atrás.

Había sentido, hasta ahora, que a mi generación no nos quedaba de otra que ser totalmente pragmáticos y tomarnos la vida en serio, demasiado en serio. Lo siento en mi más profunda desazón - a los 16 presenté mi primera declaración de renta-; que nos había tocado duro; que estábamos ensanduchados entre la cruda realidad de un país que se desangra desde que tenemos memoria, que asesina sus esperanzas, y la única salida apostada a una seguridad ganada a punta de volear-bala-for-ever; conformes con levantarnos y acostarnos cada cual en lo suyo, con poder "salir a pasear en carro"; sin un ideal, sin una tarea común; condenados a no tener esa "segunda oportunidad sobre la tierra" que busca García Márquez para Colombia desde 1969.

No han sido necesarios cien años de soledad; no he tenido que alcanzar las cumbres de mis amigos septuagenarios, ni convertirme en "sol negro". Hago un llamado, que es un clamor, a los de mi generación a que abandonen la falsa comodidad que nos garantiza el miedo y a que aticen el fuego de sus esperanzas; a que nos atrevamos a imaginar -con los ojos abiertos- ante el vagón de cambio que está detenido en nuestra estación y al que no solo debemos subirnos sino empujar para darle razón a esta vida que, coño, se nos está acortando sin haber tenido ni perseguido un sueño común y colectivo de país. Y que bien vale todos los girasoles del mundo.

* http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=1485

Nota: el autor de este blog es modelo 1962.





5/21/2010

Una revolución contra los límites...

Recibí este correo, una de tantas cadenas. Llega firmado por Carlos Mejía, 10 grado. Colegio Anglo Colombiano...

* "No sé quien se inventó la expresión "ola verde", pero a la opinión pública le ha encantado. Suena masivo, inesperado, imparable. Mockus convoca a la Plaza de Bolívar, y la ola verde se moviliza. Llega a Santa Marta y contagia a la Costa. La ola verde amenaza convertirse en 'tsunami', que es la mejor manera de describir el cambio que está ocurriendo en el país.

Entiendo que sea difícil creer que ahora a los jóvenes les importe la política. No tienen experiencia laboral, no entienden de impuestos, ni maromas legales. Y parecieran no preocuparse por su país. Pero la contienda entre Santos y Mockus ha logrado infiltrarse en las discusiones de universitarios y colegiales. Es cierto, no todos los jóvenes apoyan al candidato verde (como no todos los cincuentones apoyan a Vargas Lleras), pero sí la gran mayoría. Puede parecer un intento de rebeldía absurda, pero este movimiento tiene bases muchísimo más sólidas que un simple capricho de juventud.

El escepticismo es un fenómeno en cualquier sistema político. Llega cuando las personas no se sienten representadas en el gobierno, y no pueden ver una solución a sus problemas. La pobreza, el desplazamiento forzado, la violencia, la corrupción: una serpiente de vicios que se muerde la cola y surgió mucho antes de mi generación. Nosotros crecimos en un país en guerra, como la mayoría de los colombianos y vivimos con el conflicto como quien aprende a lidiar con una lesión sin tratar. Pero que, entre más tiempo pasa, más se empeora, se hace más dañina, más incurable. Por eso, somos escépticos.

Ocho años de seguridad democrática, y sí, se puede andar por las carreteras. Sí, casi acaban con las Farc. Sí, recuperaron el control de grandes territorios del país. Supongamos que todo esto es cierto. ¿Y qué hemos ganado? Mientras en muchas partes la gente tiene que seguir colaborando con la guerrilla y los paramilitares, los políticos siguen favoreciendo a los criminales de uno y otro bando. No sirve de nada invertir millones de dólares en armas y helicópteros si la gente no cambia su manera de pensar, si no dejamos de decir que alguien merece estar secuestrado, o ser violado, o ser asesinado. Puede que el país no crezca económica o militarmente, pero podremos crecer como sociedad.

Mi generación era muy joven cuando Mockus se bajó los pantalones o se vistió de superhéroe, y pocos recuerdan cuando cambió a los policías de Tránsito por mimos y se paseaba con su propia comparsa cerrando bares a la una de la mañana. Cuando lo vi en un documental, no sabía qué era más imposible: que esas ideas locas funcionaran, o que existiera alguien lo suficientemente irreverente como para que se le ocurrieran. Mockus está realmente tan chiflado, que se le ocurrió decir que la vida es sagrada en un país donde se puede contratar un sicario por veinte mil pesos. Está tan descarriado, que le pareció oportuno afirmar que un gobierno tiene que basarse en la legalidad, cuando hemos tenido un proceso 8.000 y podríamos llegar a 9.000, 10.000 o 22.000. Pero lo mejor de su locura es su obsesión con la educación, que nadie entiende porque no gana guerras. ¿¡Qué esperar de un país donde un General de la República se pensiona mejor que el rector de la Universidad Nacional? Mockus dice cosas que los jóvenes nunca se habían atrevido a considerar, los invitó a formar parte de un movimiento masivo de gente que estaba cansada de vivir en un país que se conforma con las atrocidades.

"Muy bonito", dijo Vicky Dávila, que en este caso es la escéptica. Fajardo, en el debate vicepresidencial, le dijo que no había nada de malo con que fuera bonito, y si funcionaba, mejor. El problema es que a todos nos parece que Colombia es "muy bonita" y no hacemos nada por ella. Todos creemos que un país sin violencia es "muy bonito" pero nunca nos atrevemos a apuntar hacia allá porque nos ponemos peros de antemano. El movimiento de Mockus encarna la esperanza de los que se sentían desconfiados, les da forma a las ideas de un sueño de libertad. El girasol no es una moda, no es solamente una "ola verde". Es una revolución contra todos los límites que nos imponemos de manera arbitraria, contra todas las ideas preestablecidas de la sociedad colombiana".


* Carlos Mejía. Grado 10. Colegio Anglo Colombiano.


5/15/2010

Memel, Tutina, los niños y tú, José Gabriel

No se ha coronado la contrareloj y ya comienzan a vislumbrarse sus perfiles. No hicieron el oso Adriana y Antanas porque sus capacidades mentales están a años luz de las tuyas, oye tú, José Gabriel. Con delantal, tiza y pizarrón, Mockus les dió sopa y seco al rector y a los alumnos de la divertida escuelita que montó Caracol aquel viernes en la noche.

Un par de semanas después apareció Adriana Córdoba con gran deselvoltura, sonriente, buena conversadora; con un inteligente sentido del humor del que se vale para sortear el camino y una ternura en su manera de concebir el mundo que le da al suyo gran serenidad. Narró la histroria de cómo se conocieron con Antanas. Contado por ella, lo de su matrimonio en un circo suena bonito y hace sentido. Y al final, logró salir incólume ante la tonta insistencia tuya, José Gabriel, con aquel gallo que los Mockus tienen de mascota. Si hasta alpiste le mandaste a regalar.

Los últimos viernes han estado reservados para Juan Manuel y María Clemencia. Mejor dicho, acostumbrémonos -Memel y Tutina. Nada contra Vladdo, pero la Aleidamanía de esta última luce tan crónica como la de Mini-Me por Austin Powers. ¿Quiere parecérsele?, ¿imitarla?. ¿Ser hábil, como Aleida, para lanzar al aire destellos de lucidez cada tal por cual? Durante el programa no pudimos saberlo. Pero gran favor le hiciste, oye tú, José Gabriel, con aquellas preguntas de reinado en cuyas respuestas recae siempre el peso de la corona. Supimos de qué color sería el traje de coronación de Tutina el siete de agosto; también qué haría Tutina desde su despacho de primera ama de casa de la República; y a cuál de sus antecesoras admiraba más y por qué. Adivinen. Obvio: a Doña Lina! Mejor dicho Memel con Álvaro; Lina con Tutina: Tutina con Memel y Álvaro con Lina; todos se admiran y complementan igual que hombre con hombre, mujer con mujer, y viceversa y todo lo contrario.

El último de la serie fue el show que dejó ver el lado sensible de Memel. Conocimos la historia de la mascota de su adolescencia. Lloró, obvió. Oye tú, José Gabriel, cómo fuiste de hijuemadre al mostrarle la foto del cachorro si segundos antes nos habíamos enterado que había sido el único amigo de Memel durante los cinco años en que su infancia transitó a la adolescencia. Aunque se le note que nunca ha tenido amigos, eso no se hace. Así cualquiera llora, oye, tú.

En lo que no ahondaste, José Gabriel, fue en lo merecida de la quemadura sufrida por Memel al explotarle en la mano una bomba casera dirigida al perro de su cuadra que siempre le ladraba al pasar. Dicen que los perros en su gran inteligencia detectan el peligro, olfatean la amenza: Y Memel lo ha sido desde chiquito! Cerrando la noche fue descrestadora su habilidad con las canicas, -adquirida, supone uno durante sus años como niño solitario. Se equivocó, no obstante, con la pequeñísima bola utilizada para simbolizar a la guerrilla. "Que es porque el terrorismo está reducido, casi derrotado", dijo. ¿Será que no oyó a don Álvaro decir que lo pequeño es el polluelo de la seguridá democrática?

En estos minutos finales se van definiendo sus perfiles. Entre los más opcionados para llegar a la Casa de Nariño* tenemos a una familia común y corriente, que trabaja para vivir como el 95% de los colombianos y una versión recargada y remasterizada de Nora los niños y yo: Tutina, los niños (mis-teloneros-de-tarima) y yo!

*No sé ustedes, pero sufro de escozor cuando se nombra al Palacio Presidencial: es inevitable no quirtarle la última sílaba a la palabra "Nariño". Y sin ella suena a guarida, a forajidos, a maleantes...